Una casa en un barrio pobre pegado al río De La Plata, rodeada de esculturas metálicas que sigue de forma armónica la arquitectura voluble de la ribera quilmeña. Una casa hecha de botellas de vidrio, miles y miles de botellas de distintas formas y colores que refractan el viento sur y los rayos de sol. Una casa construída por un artista: Tito Ingenieri. Escultor y artesano, dedicado a la herrería y al vidrio, Tito Ingenieri construyó esta casa a la que invita incondicionalmente, llevándonos a todos sus rincones para saciar las preguntas que nacen y conocer algo más de la lucha de un hombre que se abre paso en el arte con sus propias manos. Tito Ingenieri es, además, autodidacta y fue plomo de rock. Su inspiración proviene de la literatura de Artaud, Macedonio Fernández, Nietzsche y Saint-Exupery. Su casa es un museo en el que juegan los niños del barrio, para dicha del artista. A pesar que hay obras suyas en colecciones privadas de América y Europa, Tito opta por un compromiso con su ciudad y con su gente. En el arcón de sus recuerdos: una novia que amó por su cabellera roja, la casa del árbol, la colimba en el Sur , las adicciones, ocho años en el Hospital Borda como si fuera un presidiario, una fuga, fobias, amigos, un Eternauta personal, ilusiones y miedos. Tito es un náufrago voluntario que desde una isla envía sus mensajes de apostasía en botellas de vidrio que viajan incansables hacia el mundo
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